En esta duda estaba
deliciosamente entretenido el día de los Santos, y fundado en el antiguo refrán
que dice: Fíate de la Virgen y no corras (refrán cuyo origen no se concibe en
un país tan eminentemente cristiano como el nuestro), encomendábame a todos ellos
con tanta esperanza, que no tardó en cubrir mi frente una nube de melancolía;
pero de aquellas melancolías de que sólo un liberal español en estas
circunstancias puede formar una idea aproximada. Quiero dar una idea de esta
melancolía: un hombre que cree en la amistad y llega a verla por dentro, un
inexperto que se ha enamorado de una mujer, un heredero cuyo tío indiano muere
de repente sin testar…, una viuda que tiene asignada pensión sobre el tesoro
español, un diputado elegido en las penúltimas elecciones…, un grande que fue
liberal por ser prócer y que se ha quedado sólo liberal, un general
constitucional que persigue a Gómez, imagen fiel del hombre corriendo siempre
tras la felicidad sin encontrarla en ninguna parte, un redactor del Mundo en la
cárcel en virtud de la libertad de imprenta, un ministro de España, y un Rey,
en fin, constitucional, son todos seres alegres y bulliciosos, comparada su melancolía con aquella que a mi
me acosaba, me oprimía y me abrumaba en el momento en que voy hablando.
Mariano José de Larra, Día de difuntos de 1836
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