No sabemos que sea la historia.
Ni sabemos si es esencia o arte, narración objetiva o intuición genial. En
definitiva, la historia se reduce a la persona del historiador. Según sea el
historiador, así será la historia. El don de colorear los hechos, de ponerlos
en relieve, de seriarlos, y cubicarlos, será lo que dé valor a la historia.
Como si el historiador tuviera ante sí un cuadro en blanco, habrá de ir
poniendo en su verdadero lugar y con su verdadero significado cada episodio y
cada pormenor. El arte suplirá muchas veces lo que no puede la ciencia.
Azorín, Historia
y vida, Madrid, Espasa-Calpe,
Colección Austral,1962, página 14.
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