lunes, 12 de septiembre de 2016

EL TIEMPO

Porque la generación de los hombres no conoce otras fronteras que los años, esos que son iguales para todos, salvo para los que ya se fueron, y que yo ya empiezo a añorar al ver cómo se alejan de mi vida mientras que mis alumnos, sean de donde sean, siguen teniendo los mismos siempre. Me lo dijo en Utrecht un profesor, un viejo catedrático español huido de la dictadura franquista y convertido ya en holandés al cabo de tantos años viviendo allí (casi cuarenta, según me dijo): la tragedia de los profesores es que cada curso que pasa tenemos un año más, mientras que nuestros alumnos tienen los mismos siempre. 

Julio Llamazares, Las lágrimas de San Lorenzo, Madrid, Alfaguara, 2013, páginas 157 y 158.

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